Volumen 10, Número 150, enero 15 de 2010
 

Hacer la revolución es organizarla



La revolución es una necesidad histórica y social cuya pertinencia está vigente.
Necesitamos de una revolución ininterrumpida, múltiple y multidimensional.
Todos a activar en todas partes a la organización con independencia de clase.


¿Por qué la revolución?

¿Por ocurrencia, moda, buenos deseos o simple aspiración ética? ¡No! Esencialmente, por necesidad. Por años hemos esperado cambios, reformas, mejoras y ... nada. Hace un siglo, los mexicanos de la época hicieron una revolución que fue traicionada, interrumpida, incumpliendo los anhelos de las masas levantadas en armas. Peor aún, los retrocesos han sido reiterados negando día a día los derechos sociales.

La Constitución de 1917 representó un Pacto político que ha sido roto por el Estado. Esa Constitución nunca cubrió las expectativas. Lo peor es que la “legalidad constitucional” no se ha respetado, el Estado y gobiernos en turno la han roto.

México no es un país de leyes, la práctica política del Estado se basa en la legislación secundaria y terciaria, ambas anticonstitucionales. Con esa base, los gobiernos han entregado al capital extranjero: territorio, mar, recursos naturales, espectro radioeléctrico, industria básica, banca y patrimonio cultural.

El país en su conjunto se encuentra en un caos dominado por el empresariado extranjero y la burguesía nacional dependiente. En México no hay crecimiento económico ni justicia social. Hay desempleo, marginación, exclusión, enfermedades y hambre. También existe represión, las fuerzas de coerción del estado (ejército, marina, policías) cada día están más activas y en las calles de poblaciones enteras.

La política nacional estatal es una simulación, el pueblo está al margen de las grandes decisiones nacionales. Los medios de comunicación rigen la vida de la población tergiversando la realidad. La corrupción corroe a todas las esferas estatales, políticas, empresariales y sindicales.

Es evidente que no debemos seguir agachados soportando pasivamente y en silencio la opresión.

Las condiciones de la revolución

Para los trabajadores la situación ha sido calamitosa desde que existe el capitalismo. El diagnóstico pesimista no es de ahora pero las condiciones van empeorando. Para ciertas capas de la pequeña burguesía, empresarios y comerciantes pareciera que “todo está bien”, no hay de qué alarmarse. A pesar de la crisis, para el capital industrial y financiero, la coyuntura es de ganancias. Pero, esas capas, representan solamente a la minoría de la sociedad, para la mayoría la situación es muy diferente.

Las crisis persistentes e irresueltas del capitalismo siempre son pagadas por los de abajo y nada indica que la actual será la última. Vendrán otras peores, eso es previsible. Además, el imperialismo también lo sabe y tomará medidas para seguir sosteniéndose.

Pero, de nuestro lado también habrá que tomar medidas. El capitalismo está en crisis se ha repetido innumerables veces, más aún, en su “fase terminal”, declaran algunos. Sin embargo, sigue vigente la cuestión: ¿el capitalismo se derrumbará solo o se necesita de una revolución?

El hecho es que el imperialismo ha tomado posiciones políticas en prácticamente todo el mundo para evitar revoluciones. En el siglo que ha pasado, logró la caída del socialismo en Europa, sueño largamente acariciado. Eso no fue solamente “mérito” del imperialismo sino, al mismo tiempo, por el abandono interno de la revolución.

Hoy, existen algunos avances sociales, principalmente en América del Sur pero no es precisamente un momento revolucionario. Sin embargo, ni la intervención contra revolucionaria del imperialismo, ni la debilidad política de su contrario histórico, ha anulado la necesidad de la revolución. Mientras exista lucha de clases, misma que está vigente en todo el planeta, la idea de revolución es pertinente para la humanidad habida cuenta que el capitalismo no es ni puede ser su destino inevitable.

¿Qué tipo de revolución?

Necesitamos una revolución anticapitalista, democrática y de liberación nacional, esto es, una revolución antimperialista y popular.

La revolución es contra el capital y se define respecto a la propiedad de los medios de producción y los recursos naturales. Es nuestra tesis que las tierras, las aguas, los mares, el viento, los minerales, los energéticos, el espectro radioeléctrico, la biodiversidad, la industria estratégica, la banca y las finanzas solo pueden ser de propiedad colectiva, jamás privada.

La revolución solo puede ser verdadera con la participación activa y decidida de los mexicanos. Esto plantea formas democráticas distintas al Parlamento. Se requiere de la acción directa y la intervención colectiva en la toma de decisiones. Entre estas, llegado el momento, habrá que decidir respecto de una nueva Constitución. Para ello, es preciso organizar las fuerzas en todo el territorio nacional. Las formas organizativas, precisamente, son parte de la práctica democrática.

Proponemos la formación de Consejos obreros y populares, Consejos de pueblos y frentes independientes en todo el territorio con una estructura local, estatal, regional y nacional.

La participación organizada de la población, a todos los niveles, es la garantía para concretar los cambios de fondo que requiere la nación. Por ello la revolución debe ser popular (no populista).

Al definirse con relación a la propiedad, la revolución que necesitamos tiene un claro carácter antimperialista. Y, es de liberación nacional, en tanto se requiere de la revolución para ser libres y ejercer esa libertad con independencia de clase, en primer lugar del imperialismo pero, también, de todas las estructuras corporativas de opresión política y económica.

¿Cuántas revoluciones?

Si el imperialismo se mueve políticamente en el terreno de la contra revolución, en el plano ideológico ha hecho todo lo posible por desacreditar al socialismo tratando de eliminarlo de las intenciones de los pueblos, del estudio, de la memoria y de la historia. Existen sectores en el mundo que renunciaron ya al socialismo y, otros, que tienen odio hacia el mismo. En la tergiversación dictatorial, los gobiernos conservadores en Europa han impuesto legislaciones que equiparan al fascismo con el comunismo y sancionan a ambos.

En tal escenario, hay sectores proclives al anticomunismo y, otros, profundamente ignorantes. El resultado es el dominio del pensamiento plano pro yanki.

En tales condiciones, la Revolución Mexicana ha ser múltiple y multidimensional. Somos partidarios del concepto de revolución ininterrumpida, diferente a la revolución “por etapas”. Que habrá fases es inherente al proceso social. Dadas las circunstancias específicas, en México hacen falta reformas democráticas, es necesario re-nacionalizar a los recursos naturales y al patrimonio colectivo de la nación.

Esa fase “nacionalista” no corresponde al discurso demagógico del PRI ni a las políticas derechistas de algunos gobiernos, sino que, se define con base en la propiedad colectiva de los sectores productivos estratégicos.

Pero el “nacionalismo” no es la aspiración de la clase obrera. No obstante, la revolución tendrá esa fase que puede ser tan larga o tan corta, estancarse o retroceder, dependiendo de que tan rápido o tan lento se modifique la correlación de fuerzas. En la medida en que la clase obrera, constituida como tal, logremos avanzar en esa misma medida lo hará la revolución y tomará una perspectiva superior, necesariamente socialista.

El concepto múltiple de revolución significa que no habría una sino varias revoluciones. Una será económica, sobre la base de la propiedad colectiva de los medios de producción y recursos naturales, lo que implica nuevas relaciones de producción, con objetivos orientados a la satisfacción de las necesidades humanas y el bienestar social, no para el lucro o la ganancia.

Las actividades productivas fundamentales serán consideradas estratégicas y se redefinirán a nivel nacional, integrando los correspondientes procesos de trabajo, bajo el control obrero de la producción.

Otra revolución será la política mediante la toma de decisiones colectivas, a todos los niveles y en todos los lugares. Las decisiones a tomar no serían para simples votaciones sino programáticas. La democracia formal es muy limitada, hacen falta formas nuevas que incorporen a las masas a la dirección de la sociedad en su conjunto.

La revolución necesita de su componente conciente que implica la lucha teórica. En tal sentido, la revolución también es cultural. Desarrollar la conciencia, hasta alcanzar la conciencia de clase, no es trivial pero lograrlo es crucial no solamente para hacer posible a la revolución sino para defenderla en cualquier circunstancia.

La revolución es multidimensional porque se plantea lograr una fuerza política mayoritaria, cuyo número pese en la balanza porque, al mismo tiempo, esté unida por la organización y guiada por el saber.

La unidad es política y se expresa orgánicamente. El saber implica a una dirección política, actualmente inexistente, que debe ser forjada desde el interior del movimiento. Por dirección política no debe entenderse a un “líder” sino a una dirección colectiva con autoridad moral y política.

¿Cómo organizarla?

La organización y la dirección política deben mantener la independencia de clase y proceder dialécticamente para convertir a la cantidad en calidad, elevar la conciencia de las masas y vencer al contrario en todos los planos de la contienda.

La organización, como un medio para concretar el programa, no se limita a opinar sino a tomar decisiones y ejercer acciones concretas. La discusión colectiva es necesaria y para ello se propone el funcionamiento regular de asambleas generales.

Entre las decisiones fundamentales están las de dirección social. El movimiento no se puede reducir a la gestoría ni a la administración, es preciso tomar medidas políticas. Esto se expresará en la Dualidad de poderes a nivel municipal, estatal y nacional.

De acuerdo al avance del movimiento, habrá un momento en que no se pedirá permiso al gobierno para decidir sobre la política, esta se llevará a la práctica por el propio pueblo.

Para llegar a la dualidad de poderes debemos empezar por lo primero: organizarnos en “algo”, nadie debe actuar individualistamente sino integrado a alguna organización. Segundo, ninguna organización debe aislarse sino coordinarse a todos los niveles. Tercero, todas las organizaciones deben tener estructura. Una organización sin estructura no es organización y una estructura no organizada simplemente no existe ni en la naturaleza ni en la sociedad.

En todas las organizaciones debemos llevar adelante una intensa y permanente discusión sobre las tareas de la revolución en sus aspectos políticos, organizativos y prácticos. El conjunto de organizaciones confluiríamos a nivel nacional en el Frente Mexicano de Liberación Nacional (FMX), siendo de especial importancia la política internacional solidaria.

¿Cuándo y dónde?

Ahora mismo, en cualquier parte dónde haya mexicanos (as), en México y en el extranjero. Lo único que se necesita es decidirse y pasar a la acción. El momento político es de definición. Hay que tomar decisiones propias, articular las demandas, promover la movilización, auspiciar la participación política y sostenerse solidariamente en cualquier circunstancia.

Enarbolar el Programa

La revolución se caracteriza por la acción organizada de las masas y por sus banderas políticas. El programa de transición es lo que debemos enarbolar en cada fase. El FTE reitera su Programa Obrero (ver energía 62) mismo que ponemos a discusión de la nación.

Formular, desarrollar y concretar el programa es una de nuestras grandes tareas políticas. Por ello, debe ser apoyado por todos, en su momento revisado y actualizado e, incluso, cambiado por otro mejor.

La revolución múltiple y multidimensional es un proceso conciente que no se hace en un día o dos, cristalizará cuando hayamos realizado exitosamente nuestras tareas políticas y vencido al contrario en todos sus términos. Por ello decimos que, hacer la revolución es organizarla. ¡Venceremos!


2010 elektron 10 (4) 1-4, 4 ene 2010.



Re-nacionalización energética, una de las grandes banderas del pueblo de México





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