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Organización obrera afiliada a la FEDERACIÓN SINDICAL MUNDIAL

Volumen 6, Número 76, junio 26 de 2006

Reto obrero: Ni espontaneísmo ni conspiración sino acción proletaria organizada y conciente

La dimensión de la huelga de Cananea



“Cinco pesos, 8 horas” histórica propuesta de los huelguistas mexicanos.
La corporación minera y la dictadura provocaron la violencia y la represión.
El gobierno de la dictadura propició la invasión del ejército norteamericano.
Inicio sangriento de la lucha de clases en México. El ejemplo sigue vivo.

Respuesta obrera en el límite de la opresión

El 1 de junio de 1906 el malestar obrero alcanzó un límite. De acuerdo a diversas crónicas, más de 2 mil mineros de Cananea se iniciaron a la huelga que pronto se generalizó. A ese momento se estimaban en más de 5 mil los mexicanos y más de 2 mil los norteamericanos. Como antecedentes inmediatos, en 1902 mecánicos norteamericanos habían estallado, sin éxito, una huelga en demanda de aumento salarial (de 45 a 50 centavos por hora); como resultado, fueron expulsados hacia Estados Unidos. En 1903, los operadores de calderas estallaron otra huelga; en respuesta al intento de la empresa por romperla los huelguistas quemaron un tren que trasportaba esquiroles. Al siguiente año, 1904, obreros norteamericanos intentaron sin éxito una nueva huelga.

El descontento en el país era creciente por diversos motivos luego de 25 años de represiva dictadura. Más de 250 huelgas habían estallado previamente. Apenas en mayo de 1906, en Empalme, Sonora, los ferrocarrileros se habían ido a la huelga. El movimiento sindical en México era, sin embargo, incipiente. En Norteamérica estaban relativamente recientes los acontecimientos de Chicago (1886), ya se había iniciado la histórica jornada internacional del 1º de mayo en el mundo y se habían organizado importantes organizaciones obreras. En esa época, la lucha de clases en Estados Unidos era más intensa que en nuestro país.

Con la dictadura de Porfirio Díaz se había iniciado también el desarrollo del capitalismo en México a escala industrial pero la actividad económica era dominada por la minería, la industria textil y las manufacturas. De hecho, la minería estaba en desarrollo desde tiempos de la colonia española (1521-1810). En pleno colonialismo estalló la primera huelga que se recuerda, en 1789, en el mineral de Pachuca y Real del Monte. Fue ésta una huelga de mineros esclavos.

Durante la colonia española, se impulsó mucho a la minería de plata y oro, principalmente en Guanajuato, Zacatecas, Taxco y Pachuca. Con el desarrollo industrial en Estados Unidos, la minería del cobre tuvo una gran importancia. En el sur de California, históricamente territorio mexicano, se encuentran importantes yacimientos de cobre cuyos horizontes geológicos se prolongan hacia el norte del actual territorio de México, especialmente en el estado de Sonora. Las empresas mineras de la época se dedicaron a explotar los minerales a ambos lados de la frontera. Aún cuando se mantenían dos categorías salariales, obreros norteamericanos y mexicanos eran sujetos de la misma explotación. Por supuesto, los mexicanos eran discriminados pero eran tan proletarios como los demás.

La influencia del movimiento sindical norteamericano fue importante si bien no decisiva. Se ha escrito que la Western Federation of Miners (WFM) y la Industrial Workers of the World (IWW) pudieron tener alguna influencia e incluso afiliados. El hecho es que los obreros norteamericanos tenían más experiencia que los mexicanos y algunos de estos, los más avanzados, habían adquirido la experiencia habiendo trabajado en las minas norteamericanas. Fue el caso de Manuel M. Diéguez, uno de los líderes de los huelguistas de Cananea y militante del Partido Liberal Mexicano (PLM).

Ceguera histórica burguesa

Los capitalistas de la época vivían en la oscuridad, como hasta ahora, incapaces de comprender la dinámica social. En su afán de obtener la máxima ganancia les parecía “normal” abaratar la mano de obra mexicana; la tendencia no era mejorar los salarios sino reducirlos. Eso es absurdo porque, en las relaciones de producción, los salarios representan la menor proporción de los gastos e inversiones pero los capitalistas creen que a partir de mantener salarios disminuidos, o de ser posible nulos, incrementan más la tasa de ganancia. Se trata de simple voracidad. El aumento salarial representa solamente la peor parte del salario; así, el salario nominal (expresado en cierta cantidad de dinero) siempre es inferior al salario real (expresado en términos del poder adquisitivo) y, mucho menor, al salario relativo (referido al plusvalor que gratuitamente se apropia el patrón).

La lucha salarial es, indiscutiblemente, necesaria pero al mismo tiempo limitada. Los límites son, tanto para los trabajadores como para los patrones. Estos no pueden reducir el salario a la nada, a menos que se trate de trabajo esclavo. Muchos capitalistas pretenden imponer este escenario provocando la explosión. Otros capitalistas, igualmente crueles, saben que es menester otorgar un salario mínimo que permita mantener con vida a los trabajadores para poder explotarlos al día siguiente.

En 1906, en Cananea se había llegado al límite y se produjo el enfrentamiento al estallar la huelga minera. Los capitalistas y el gobierno local, insensibles y ciegos históricamente, habían decidido reducir los salarios de suyo disminuidos e insuficientes aún para los obreros norteamericanos. Los trabajadores decidieron, entonces, luchar por sobrevivir y lo expresaron en el pliego petitorio. Aumento de salarios y jornada de 8 horas fueron los aspectos centrales. Estas demandas unificaron las voluntades porque así lo exigían las condiciones. Ante la acción obrera, la patronal recurrió a la violencia; el gobierno local del dictador, apoyado en soldados del ejército de la dictadura y rangers del ejército norteamericano acudieron en auxilio de la corporación minera.

Huelga y lucha de clases

Algunas interpretaciones sobre la huelga de Cananea la reducen a un movimiento totalmente espontáneo o, bien, a una conspiración del PLM para derrocar a Díaz. No puede ser así, tales escenarios serían simplistas.

La huelga de Cananea tuvo elementos de improvisación y cierta espontaneidad, no fue un proceso conciente ni podía serlo, en México el movimiento obrero era inexistente, ni sindicatos había. La huelga estalló porque se había llegado a un límite entre la explotación capitalista y la paciencia de los obreros. Lo que ocurrió con la huelga fue el estallido de la lucha de clases mediante la acción obrera directa. Los mineros procedieron a la manera proletaria utilizando a la huelga como una arma de lucha. Esa decisión probablemente fue precipitada pero, al mismo tiempo, acertada. Qué tan espontánea fue, este hecho depende de la óptica con que se mire.

La experiencia previa era muy limitada pero la decisión de estallar la huelga fue el resultado de un mínimo trabajo político previo, la generación espontánea de los fenómenos NO existe. Algunos mineros conocían ciertas ideas libertarias, Regeneración ya circulaba al interior del movimiento, la presencia de los magonistas se había hecho pública. El 5 de mayo anterior, la Unión Liberal Humanidad había realizado un combativo mitin en el pueblo. Aun cuando los militantes del Partido Liberal Mexicano (PLM) eran pocos, las ideas que expresaban calaban hondo. Muchos mineros probablemente ni leer sabían pero se advierte un claro sentimiento de clase al decidir unir sus voluntades en un mismo movimiento. Antes de iniciar el movimiento se reunieron, hicieron un mitin, acordaron la medida y nombraron una representación (sería el ahora conocido como “comité de huelga”), formularon el pliego de peticiones y, para entregarlo a la empresa, realizaron una marcha. Esos actos no fueron resultado de la simple espontaneidad.

Estallar la huelga implica un hecho político de importancia. A pesar de las adversas condiciones los mineros no decidieron destruir las máquinas ni las instalaciones industriales. Si en el curso del movimiento quemaron la maderería de la corporación, esa fue la respuesta inmediata a la agresión de la patronal pero los huelguistas no se propusieron acciones lúdicas sino una huelga. No hubo, por supuesto, ninguna formalidad burocrática ni civilidad socialdemócrata ni nada parecido. Fue una acción directa asumida por un consenso implícito y explícito. No había la tradición de asambleas formales pero la decisión fue colectiva.

En el movimiento hubo una evidente influencia del pensamiento magonista organizado en el PLM. Ricardo Flores Magón no era un anarquista cualquiera, estaba en evolución política y entendía la importancia de la lucha social, específicamente, de los obreros y la acción de sus mejores cuadros. En Cananea, los militantes del PLM estaban organizados y actuaban en la clandestinidad. Sin embargo, a Flores Magón le era prioritario organizar al partido político más que la huelga, su propuesta política era de mayor alcance en términos de una Revolución, no una revuelta. En el interior del movimiento, los magonistas estaban empeñados en construir la organización política y sus planes tenían un ritmo diferente al del propio movimiento. Pero, no estaban separados del movimiento obrero, actuaban en el interior del mismo y eso representa un acierto de relevancia histórica.

Las condiciones objetivas habían llegado a un nivel intolerable de explotación obrera y, las condiciones subjetivas, sin ser óptimas eran propicias para la acción. El movimiento no estaba en condiciones especialmente planeadas, tuvo mucho de explosividad e, incluso espontaneidad, es cierto. Así sucede muchas veces en la vida proletaria real: los trabajadores, y los pueblos, no pueden esperar a que la vanguardia se organice; para ser tal, la vanguardia debe adelantarse a su tiempo y esto no es fácil. Pero, en el movimiento, siempre ocurre que los trabajadores, y los pueblos, se “agarran” de lo que hay. Si en ese momento, existe claridad política, un mínimo de organización y disposición consecuente para la lucha, emerge un liderazgo natural reconocido por los trabajadores. Así fue en Cananea. Estallado el movimiento, Manuel M. Diegúez, Esteban Baca, Lázaro Gutiérrez y otros fueron llamados como “líderes” del movimiento, todos ellos militantes del magonismo. Ese hecho no fue casual, tuvo un alto significado político. Este “liderazgo” fue el encargado de formular “apresuradamente”, recién estallado el movimiento, el correspondiente pliego de peticiones procediendo a encabezar la marcha y, luego, las “negociaciones”.

Ese liderazgo, sin embargo, no fue capaz de revertir la situación por varias razones. Primero, aunque había antecedentes huelguísticos previos no se tenía suficiente experiencia; de hecho la huelga de 1906 fue de las primeras experiencias importantes de lucha proletaria en México. Segundo, el enfrentamiento se produjo antes que los huelguistas y su “dirección” política estuvieran suficientemente preparados. Tercero, la respuesta de los capitalistas y gobierno dictatorial fue inmediata y violenta produciéndose el enfrentamiento en una enorme desigualdad de fuerzas.

Pero, en ningún momento, se podría concluir que la dirección del movimiento o los huelguistas creían que con esa huelga podrían derrocar al dictador ni mucho menos. Esta era una propuesta pública y vehemente de los magonistas pero sería reduccionista una interpretación conspirativa. La huelga se produjo por reivindicaciones obreras pero no solamente salariales. La bandera de las 8 horas surgió por primera vez y, esa demanda, no solo es histórica sino de gran significado político. La propia huelga tenía significado político porque representaba un abierto desafío al capital y a la dictadura.

Aunque había tendencias anarquistas propias de la época, los militantes al interior del movimiento tenían una óptica modulada por la dinámica interna del movimiento. Dado que los magonistas tenían un nivel de organización, y cultura política, relativamente superior a la masa es que emergieron como la dirección del movimiento. Pero éste fue potenciado por la fuerza obrera decidida a defender sus derechos con la acción directa. Las condiciones en que ocurrió el enfrentamiento impidieron que la dirección política del movimiento pudiera evitar los sangrientos hechos. Los trabajadores, en su conjunto, no tuvieron tiempo de analizar la dinámica ni de afinar la táctica porque, simplemente, fueron masacrados. Lo que vino enseguida fue la dispersión y el repliegue obligado y forzado.

Banderas de lucha obrera

La huelga de Cananea fue, entonces, un movimiento obrero reivindicativo y, al mismo tiempo, clasista. Fue la primera vez, en la historia del movimiento obrero mexicano que se declaró una huelga reivindicando la jornada de 8 horas. Eso era inaceptable para la burguesía que representaba William Green y demás capitalistas de la Cananea Cooper Consolidated Company (CCCC). Por haber enarbolado la misma bandera, 20 años antes habían sido reprimidos violentamente los obreros de Chicago y sus mártires murieron ahorcados. Esta vez fue algo similar ahora en México, los trabajadores fueron sangrientamente reprimidos y sus líderes encarcelados en San Juan de Ulúa, la prisión más tristemente célebre de la época. En ambos casos, la represión se produjo en respuesta a la osadía obrera de levantar la misma bandera con una consigna que fue retomada por el proletariado en lucha a escala mundial.

En México, la jornada de 8 horas propuesta inicialmente por Flores Magón fue una de las banderas enarboladas por el Ejército Libertador del Sur, encabezado por Emiliano Zapata. En la Constitución política mexicana de 1917 y, luego después en la Ley Federal del Trabajo de 1931, la reivindicación de la jornada de 8 horas se elevó al máximo nivel jurídico. No obstante que la Revolución Mexicana fue traicionada e interrumpida, a la fecha ese derecho está vigente. Claro que ni empresarios, ni gobierno ni charros sindicales cumplen tales preceptos pero, este, es otro problema.

Lo más inaceptable para empresarios y gobierno era, por supuesto, la sola idea de que los obreros se organizaran de manera independiente y, peor aún, bajo la influencia de ideas revolucionarias. Los huelguistas, incluyendo a su dirección, en ningún momento propusieron hacer del movimiento una revolución, ni siquiera derrocar al dictador. Pero, objetivamente, el malestar en la nación era tal que cualquier movimiento significaba una amenaza explicita a la dictadura del capital y su gobierno. A la fecha, esa independencia de clase sigue siendo intolerable para empresarios, gobiernos e imperialismo. La represión violenta implicaba, entonces, la tendencia inherente al capital a destruir violentamente al contrario impidiendo que se organizara mejor y adquiera plena conciencia de su lucha emancipadora.

Provocación y represión violenta

El desenlace fue trágico porque la ceguera burguesa llevó a la patronal a tomar medidas precipitadas y primitivas. Se ha documentado que, antes que la huelga estallara, William Green había comprado armas que distribuyó para enfrentar las protestas. Es evidente que los patrones sabían habría conflicto pero no tenían ninguna intención de conciliar intereses ni mucho menos reconocer derechos obreros. La corporación estaba preparada y decidida a la represión. Los mineros pudieron enterarse, o no, de las intenciones patronales pero la dinámica impedía dar marcha atrás. El enfrentamiento estaba anunciado para cualquier momento. Fue así que, en la madrugada del 1 de junio, a las 5 de la mañana, estalló la huelga. A las 7 de la mañana, todo el pueblo de Cananea estaba declarado en huelga.

Solo una vez hubo conversaciones, a las 10 de la mañana, y la respuesta de la patronal fue una sola: negar a todas las peticiones. Al parecer hubo un intento de los huelguistas por negociar el pliego de peticiones pero la postura patronal fue rotunda. Más tarde, el propio Green enfrentó a los huelguistas pretendiendo explicarles la negativa. Entretanto, los huelguistas se movilizaron para generalizar el movimiento en todas las instalaciones mineras. A las 3 de la tarde, se dirigieron a la maderería de la empresa. El gerente de ésta, George Metcalf salió armado y se enfrentó a la multitud. Luego sonó un disparo y un obrero cayó. La multitud se lanzó contra los agresores y también cayeron. Se desató de inmediato la violencia, los huelguistas quemaron la maderería.

Una marcha obrera se organizó de inmediato misma que fue enfrentada por el propio Green quien, en su desesperación y torpeza, empezó a disparar. Otros mineros más cayeron. Los enfrentamientos se extendieron a varios puntos de la población. La policía procedió a detener huelguistas. Varios norteamericanos se dedicaron a apoyar al patrón fungiendo como francotiradores. Green, a la medianoche, envió un tren para que transportara a los “rurales” de la dictadura. La tensión había llegado a tal nivel que hubo un nuevo enfrentamiento y los huelguistas descarrilaron al tren en medio de una fuerte balacera.

El gobierno del dictador Díaz procedió a empeorar la situación. El mismo gobernador de Sonora, apoyado por soldados y policías se hizo presente de inmediato en Cananea. También, permitió la entrada en territorio mexicano de los rangers norteamericanos. Todos procedieron a reprimir a los huelguistas. Ante tan impresionante dispositivo, poco a poco se fue diluyendo el movimiento. Los huelguistas, sin plan previo, se replegaron. Muchos habían sido detenidos, luego otros más serían encarcelados, perseguidos o despedidos, otros más regresaron al trabajo. La huelga tampoco tuvo un levantamiento formal, simplemente fue interrumpida violentamente sin haberse logrado ninguna de las demandas obreras.

La declaración de Green a The New York Times, el 9 de junio de 1906 es la expresión del cinismo capitalista, de antes y de hoy:

“Una calma absoluta reina en Cananea. No se ha hecho o hará ningún cambio en los salarios pagados. El gobierno mexicano ha actuado pronta y eficientemente. Ochenta y cuatro de los cabecillas están ahora en la cárcel. Estos arrestos junto con la muerte de los principales líderes de la turba han restaurado la calma. Los hombres están regresando rápidamente y las minas podrían estar en marcha a toda su capacidad por el quince de este mes”.

Inicio sangriento de una historia inconclusa

La huelga fue formalmente derrotada pero su significado político es mayor que la derrota. En nuestro movimiento a veces triunfamos pero, en la lucha de clases no hay victorias ni derrotas definitivas. En Cananea el movimiento no podía triunfar porque ni había una correlación de fuerzas favorable, ni una dirección política a la altura de los acontecimientos ni siquiera una organización mínima de los mineros, la acción fue directa. Tampoco había ninguna intención, ni menos costumbre, de la patronal para atender ninguna petición obrera. El gobierno de la dictadura, por su parte, era incapaz de entender lo que ocurría, su única propuesta era el apoyo al capital al costo que fuera y sofocar la rebelión. Patrones y gobierno optaron por la represión violenta. Los huelguistas no se detuvieron ante nada y respondieron de inmediato con un saldo trágico.

Varios huelguistas cayeron pero su sangre se extendió hacia otras partes del país. Los magonistas intensificaron la lucha al nivel de las posibilidades influenciando con sus ideas al más grande movimiento de masas de los últimos 100 años: la llamada Revolución Mexicana. Este movimiento fue encabezado por los ejércitos campesinos de Villa y Zapata que, en cruentos combates, desbarataron al ejército de la dictadura y recuperaron la tierra con las armas en la mano. El ejército zapatista también enarboló un programa obrero que incluía la jornada de 8 horas.

Interrumpida violentamente la Revolución, varias propuestas de Flores Magón y Zapata fueron recogidas por los gobiernos en turno y elevadas a la categoría constitucional. La traición a la Revolución ha significado, sin embargo, que tales conquistas son incumplidas. Hoy, el neoliberalismo se burla explícitamente con el apoyo cómplice del charrismo sindical. Esta estructura mafiosa mantiene sometidos a los mineros del siglo XXI, sujetos a las mismas o peores condiciones que en 1906.

Aprender para vencer

Cien años después de la tragedia minera algunas conclusiones mínimas debemos obtener de la experiencia.

1- La acción directa del proletariado tiene un apreciable valor en tanto revela una alta disposición a la lucha basada en un consenso implícito. Pero no basta. La lucha obrera requiere de la unidad basada en la organización. En Cananea 1906 no existía organización obrera porque las organizaciones sociales estaban prohibidas por la dictadura y era de las primeras experiencias de lucha proletaria en México. ¿Si hubiera habido un sindicato hubiera sido diferente el desenlace? Probablemente no. La organización sindical es necesaria pero no es suficiente. Hoy existen sindicatos, muchos, demasiados, y la situación no es mejor.

2- La lucha obrera no puede triunfar aisladamente. El enfrentamiento con el capital implica enfrentar, también, al gobierno y al Estado representado por el ejército y demás cuerpos represivos. Toda lucha económica tiene una componente política. Eso que se ha teorizado, en Cananea ocurrió puntualmente. A la fecha sigue ocurriendo de la misma manera. En Cananea se estalló la huelga como una acción directa y se ejerció el derecho en los hechos, sin que hubiera ninguna cobertura legal, ese derecho simplemente No existía. Hoy, en México, el derecho de huelga sigue siendo inexistente. Aún cuando se reconocen en la legislación laboral, las huelgas no se respetan, en muchas ocasiones ni siquiera se pueden estallar. Salvo momentos de excepción, en los grandes sectores industriales la respuesta es la represión militar incluso antes de que los movimientos estallen. Defender el derecho de huelga con la huelga misma es una propuesta correcta pero no basta. Este derecho, como muchos otros, solamente podrá conquistarse mediante la lucha generalizada en los principales sectores de la producción. Esto implica, entonces, la necesidad no de un movimiento sindical sino de un movimiento obrero. Ambos no son lo mismo.

3- El movimiento obrero necesita de una dirección política de clase. En Cananea no había tal dirección, estaba en formación y fue rebasada por los acontecimientos sin que hubiera podido cumplir su histórico papel. Cien años después estamos igual o peor. En México no existe movimiento obrero ni menos una dirección política clasista. El llamado movimiento sindical es, asimismo inexistente, reducido a los aparatos burocráticos del charrismo sindical dedicados a impedir toda acción de los trabajadores. No hay, por supuesto, ningún programa de lucha. Lo más grave: el proletariado mexicano está desarmado políticamente al no existir ninguna organización política propia. En Cananea, la experiencia de los militantes magonistas mostró la importancia de la presencia política organizada dentro al interior del movimiento. Desafortunadamente, en 1906, apenas se iniciaban esos titánicos esfuerzos. Hoy, la organización política de los trabajadores es una necesidad para reorganizar y reconstruir al movimiento obrero de México.

4- Los clásicos escribieron que la clase obrera a veces triunfa pero el éxito está en la extensión y consolidación del movimiento. La huelga de Cananea marcó el inicio sangriento de la lucha de clases en México. El ejemplo se extendió a todo el territorio nacional. Al siguiente año, la huelga de los textileros de Río Blanco representó la continuación. Después, han transcurrido un siglo de enfrentamientos sucesivos. El movimiento se ha extendido pero NO se ha consolidado, peor aún, ha sido traicionado. Charrismo e imperialismo mantienen postrado al proletariado mexicano, casi todas las organizaciones sindicales son nominales, carecen de vida sindical mínima, no existe dinámica social del movimiento. Salvo victorias excepcionales y momentáneas, el siglo ha sido de derrotas sucesivas. Es triste pero real, en la medida en que el movimiento no se ha consolidado el saldo es de derrota. Hoy, el proletariado mexicano tiene una enorme fuerza social, coexistiendo las 3 generaciones históricas de proletarios (en las manufacturas, la gran industria, y las tecnologías modernas), pero al mismo tiempo se tiene una severa debilidad política y organizativa.

5- El movimiento obrero existe por sus ideas políticas y teóricas expresadas organizadamente y en la dinámica concreta. Cananea representa solamente el principio y se enaltece por la presencia de las ideas magonistas en el nivel que era posible y en las expresiones posteriores que influenciaron dignamente a la Revolución Mexicana de Villa y Zapata. Hoy, el movimiento obrero es inexistente porque se carece de ideas proletarias propias, hay un alto nivel de incultura obrera y despolitización, abandono de principios de clase, parálisis sindical, confusión política e ideológica, apatía e ignorancia. Nada de esto es casual, es el resultado de 70 años de charrismo sindical, de violencia, corrupción y crimen. La tragedia continúa. La reciente experiencia en el sindicato minero es penosa. En 1906, se hizo una huelga CONTRA los opresores, en 2006 han estallado huelgas en APOYO a los mismos opresores. Los Napoleones y su dictadura sindical charra de casi 50 años, así como los demás charros que le acompañan, son los descendientes de los rangers al servicio de William Green. Estos nuevos rangers siguen provocando a los trabajadores lanzándolos a la aventura política al proponer acciones ajenas y contrarias al interés inmediato e histórico del proletariado mexicano.

¡En alto nuestras banderas de lucha!

El centenario de la huelga de Cananea no es solo para conmemorar la tragedia sino para superarla y, la primera cuestión, es organizar la lucha decidida para extirpar al charrismo sindical reorganizando democráticamente al movimiento obrero de México. Esta tarea es necesaria pero no es sencilla. Sin embargo, ninguna dificultad debe ser óbice para mantener la inacción. Somos pocos se dirá y es cierto. Pero, mientras haya 1 obrero y 1 obrera sobre la faz de la Tierra levantando las banderas rojas del proletariado en lucha, hay esperanza de victoria. Pero no hay solo uno sino más; algo parecido ha escrito Benedetti: en la lucha codo a codo somos muchos más que dos.

Recordar a los huelguistas de Cananea 1906 es importante para reafirmarnos la memoria obrera y seguir luchando incansables. Nuestra lucha tiene corazón y tiene verso, a la manera de Pellicer, porque es agua que va y agua que corre, cielo que comprende a todos los cielos, luz que no come ni duerme.

Después de cien años de pocas victorias y muchas amargas experiencias habrá un Comenzar de Nuevo y será así porque nos estamos aproximando a otro límite. ¡La Revolución Mexicana no ha terminado! Desde Cananea 1906 han pasado al menos 5 generaciones de mexicanos, las actuales y/o las que vengan debemos mantener en alto nuestras banderas de lucha. ¡Hasta la Victoria Siempre! ¡Venceremos!



En violento enfrentamiento con el capital, gobierno de la dictadura y ejército norteamericano, varios huelguistas mexicanos cayeron abatidos por la represión. Se inició la lucha de clases en México, proceso que está lejos de haber concluido. En los siguientes años estalló la Revolución Mexicana, proceso que fue interrumpido violentamente en 1919-23. ¡La huelga no ha terminado! ¡La Revolución no ha terminado! FOTO: Detalle de La huelga de Cananea, mural de David Alfaro Siqueiros, pintor mexicano.

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