Volumen 5, Número 64, julio 1 de 2005

La paraestatal mexicana ejemplifica el avance neoliberal

LyFC, desintegración del
proceso de trabajo

"La tecnología capitalista no ha sido diseñada para cumplir de mejor manera las capacidades de producción del trabajador, sino para afirmar y consolidar la condición del ser humano como simple fuerza de trabajo al servicio de la maquinaria, como capital variable que está ahí para ser succionado por el capital constante"

Echeverría, Bolívar. "Karl Marx. La Tecnología del Capital". Editorial ITACA, México 2005.
El funcionamiento de la industria eléctrica es relativamente complejo. Su proceso de trabajo corresponde a las características de su desarrollo histórico y sus objetivos, que en el caso de una empresa pública, son proporcionar con oportunidad y suficiencia tal servicio público controlado por el estado, al costo más bajo y en las mejores condiciones posibles.

Sin embargo, con la crisis del modelo clásico del estado benefactor, la desregulación neoliberal del sector eléctrico a escala global --impuesta por las grandes potencias mundiales a través de los organismos financieros para asegurar la apropiación privada de los medios de producción de la energía--, reclama la introducción intensiva de tecnología para concretar la expropiación misma del proceso de trabajo eléctrico.

Tal es el caso aún para las empresas que, siendo de propiedad pública son dirigidas según los modos de administración y producción de las empresas privadas, como la mexicana Luz y Fuerza del Centro (LyFC), enfrascada hace años en un proceso de modernización cuyo eje es el desplazamiento de los trabajadores y el cambio de los procesos de trabajo actuales, organizados en función del dominio de la materia de trabajo --es decir por su especialización--, determinada a su vez por la división clásica del trabajo, invalidando de esta forma toda la capacidad de resistencia de los trabajadores. Se trata de "tecnologizar" los procesos para profundizar el dominio del capital sobre la fuerza de trabajo, imponiendo la sobre-explotación basada en el desarrollo de la productividad y la competencia individual.

Con este fin llegaron a LyFC hace años verdaderas hordas de nuevos funcionarios (externos la mayoría, aunque los hay reclutados dentro de la propia empresa) que, impuestos y apoyados desde la dirección (incluso al margen de la relación laboral vigente) e infundidos del ideal neoliberal, critican el proceso de trabajo establecido simplemente para promover su sustitución, pero nunca para mejorarlo.

Desgraciadamente entre los propios trabajadores electricistas priva todavía el desconcierto ante tales fenómenos, de manera que sigue sin fijarse una posición colectiva que la dirigencia del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) esté obligada a impulsar para promover la modernización de LyFC con una visión social. Mientras, la administración aprovecha para avanzar en la adquisición de nueva tecnología, tanto informática como para la generación eléctrica, explotando el hecho de que ambas necesidades son vitales para el fortalecimiento del organismo público.

Sin embargo, en el primer caso resulta inexplicable la necedad por imponer los fallidos Sistemas de Gestión adquiridos a la transnacional Fenosa --ahora presuntamente sustituidos ante una propuesta realizada por el Instituto Politécnico Nacional (institución educativa que carece de los recursos y experiencia en dichos trabajos)--, o la insistencia por licitar un nuevo sistema de adquisición de datos y facturación que entregaría a los privados el control de la cartera de “clientes mayores” de LyFC, así como la insistencia en involucrar al SME en una propuesta de ley que habrá de “reservar” el ancho de banda correspondiente a la transmisión por Líneas de Potencia (PLC) en favor de las grandes transnacionales de las Telecomunicaciones.

En el segundo caso, se pretende admitir que personal ajeno al SME realice la instalación y mantenimiento de nuevas plantas generadoras distribuidas.

Para muchos compañeros de clase, lo anterior es justificable porque según ellos lo realmente importante es la modernización de LyFC para asegurar su consolidación, consideran además que "lo único que se pierde" es materia de trabajo que incluso más adelante puede recuperarse. En esta lógica se minimiza el hecho que la tecnologización de los procesos de trabajo tiene como fin imponer nuevas formas de producción, establecer nuevos procesos de trabajo en los cuales los modos de cooperación desarrollados ya no tendrán cabida. Se trata de someter el proceso mismo de trabajo al dominio del capital.

Por supuesto, no se trata de rechazar compulsivamente toda modernización. Por el contrario, el momento actual requiere de los trabajadores un máximo esfuerzo de análisis para desarrollar una alternativa social para la aplicación de la tecnología, entender su esencia y dominar el sentido que deba dársele. Otra actitud sería aceptar “el fin del trabajo” proclamado por los ideólogos neoliberales.

Tenemos el antecedente de la “mano de obra no calificada”, en donde el efecto devastador de la modernización neoliberal es ya inocultable, a escala mundial millones de trabajadores sobreviven del trabajo precario por la desintegración de grandes cadenas productivas. El siguiente paso lo constituye la destrucción de los mecanismos de cooperación en el trabajo especializado.

En el caso de la tecnología, la estrategia capitalista es eliminar las áreas internas especializadas, para sustituirlas por servicios contratados externamente (método conocido como "outsourcing"), proporcionados por empresas internacionales --supuestamente de alta especialización--, cuyos costos de operación además son menores (simplemente porque la relación contractual que ofrecen a sus trabajadores está en línea con las nuevas formas del trabajo neoliberal: bajos salarios y cero protección social para la mayoría, mientras unos cuantos disfrutan de grandes prestaciones). Como complemento, con cada servicio estratégico que se entrega a la iniciativa privada se destruye la experiencia y los recursos desarrollados internamente, para evitar que regrese al control obrero, limitando así toda capacidad real de respuesta de sus organizaciones.

Todo lo hasta aquí discutido tiene implicaciones más allá de las laborales, tiene que ver incluso con el modelo educativo y su vinculación con el desarrollo técnico y científico del país, etc., por lo que es urgente alcanzar definiciones y adoptar una estrategia tecnológica social.

Sin embargo la lucha comienza con los trabajadores, defendiendo el carácter social del trabajo.

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